¿El sexo ya no es lo que pensábamos? Doce revelaciones duras sobre el sexo
En su más reciente libro Cómo pensar más sobre sexo, el británico De Botton, fundador de La Escuela de la Vida, afirma que “el sexo siempre será causante de muchos dolores de cabeza; no es algo en lo cual vamos a pensar y nos relajará naturalmente. Sufrimos permanentemente al pensar en él, ya sea en aquel que no podemos tener o en aquel que no podemos evitar.”
En esta obra explora cómo el sexo se ha ganado un lugar que quizá no merece, de qué forma se ensalza y cómo también el sexo siempre tiene una doble visión en todos sentidos. De Botton revela doce duras verdades sobre el sexo:
La gran mayoría de las personas mienten sobre sus más íntimos deseos. A pesar de ser una de las actividades más privadas del ser humano, el sexo está rodeado de una serie de ideas que codifican cómo debe sentirse y actuar el individuo. La gran mayoría de nosotros piensa cosas distintas sobre esos conceptos, sin embargo el temor a no pertenecer es mayor que el deseo de expresar nuestras opiniones.
A pesar de lo que se pudiera pensar, resulta más difícil hablar de sexo en esta época que en cualquier otra. El hecho de vivir en una época de liberación sexual debería significar hablar de sexo todo lo que quisiéramos con quien quisiéramos. La realidad es que muchos aun piensan igual que en un pasado no muy lejano, aunque sí más reprimido, pero no pueden expresarlo dado que vivimos bajo la bandera de la apertura sexual.
El sexo es un gran detector de mentiras. Las reacciones físicas involuntarias que produce el sexo (tales como una erección) no tienen forma de ser fingidas o actuadas. No es posible mentir sobre ellas.
Tener sexo en la parte trasera de un avión sigue siendo tentador. Pasamos desapercibidos para la gran mayoría de las personas con quien tratamos diariamente. Sin embargo, sigue existiendo un halo de tentación, casi perversión, alrededor de la idea de realizar algo prohibido en lugar igualmente negado (como un avión o una biblioteca) con alguien que se fijó en nosotros con una intención erótica. Finalmente, a 35mil pies de altura, la intimidad sabe a una gran victoria.
“Hoy no, mi amor” es sumamente destructivo. No es lo mismo ser rechazado por un extraño o una extraña en un bar que ser rechazado por la persona con quien se comparte el lecho. Eso se vuelve casi una afrenta personal.
La impotencia es un logro. La impotencia es un logro, un símbolo de respeto. Es el miedo a causar poco placer a través de la imposición de nuestros propios deseos o la inhabilidad de satisfacer las necesidades de nuestra pareja. Es anular la posibilidad de decepcionar al compañero o compañera y mejor evitar ese trago amargo.
Las únicas que toman en serio al sexo son las religiones. Únicamente las religiones ven al sexo como algo potencialmente peligroso y de lo cual hay que proteger a los individuos. Usualmente se califica a las religiones como prudentes, pero no juzgarían al sexo de ser malo si no supieran que tiene un lado opuesto que es fenomenal.
¿El matrimonio arruina al sexo? No, simplemente aleja a una pareja de él para que ambos puedan concentrarse en sus responsabilidades dentro del matrimonio, ya sea el trabajo o los niños y el hogar.
Las migajas de pan de la cocina son malas para el sexo. Cuando se vive por muchos años con una persona, los detalles pasan desapercibidos para ser suplantados por la cotidianeidad. Cuando esto sucede, una situación menor puede convertirse en una pelea. Cortar el pan mal puede provocar una noche sin sexo. O dos, o tres. Y las migajas aún más.
Los hoteles son metafísicamente importantes. El cambio de ambiente y de escenario le quitan rutina a nuestra vida. El papel tapiz diferente, los muebles, las sábanas y la vista que ofrece la ventana nos recuerdan que no estamos en el mismo sitio donde dormimos siempre. Eso invita a la aventura y al descubrimiento de nuevo –aunque sea por milésima vez- de nuestra pareja.
El adulterio está sobrevalorado. Contrario a los veredictos públicos sobre el adulterio, la ausencia de deseo por otros individuos es irracional y contra natura. La verdadera falla radica en el ethos del matrimonio moderno, con sus ambiciones exageradas y su insistencia de que todas nuestras necesidades deben ser cubiertas exclusivamente por una persona. Sin embargo, el adulterio tampoco es la respuesta, pues pensar que dormir con alguien fuera del matrimonio resolverá nuestros deseos y crisis, es una falacia. La realidad es que no existen respuestas para las tensiones del matrimonio.
La represión es necesaria. No siempre es malo que nuestros deseos no se cumplan. Especialmente cuando estos hacen referencia a envenenar a nuestra pareja, botar a nuestros hijos o salir corriendo y no volver nunca. Un sano grado de represión es necesario para la preservación de la especie así como para el adecuado funcionamiento mental de una sociedad decentemente organizada. Somos propuestas químicas caóticas que necesitan contención para evitar el caos.
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